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Historia de la Masonería

  • logiagiordanobruno
  • 21 dic 2024
  • 6 Min. de lectura

Actualizado: 28 ago



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a investigación aquí presentada trata de ser objetiva. Y al utilizar el término objetiva, me refiero a que trato de separar por un lado, el halo legendario que rodea la historia de la Masonería y que otros Hermanos alimentaron para darle un tinte mítico a la orden pero que en algunos puntos resulta inverosímil. Y por el otro, la serie de calumnias que a cada momento han fustigado los escritores antimasones, para que separadas estas dos posturas, se pueda percibir la realidad de lo que la Masonería fue, ha sido y se encamina a ser en el futuro. 

 

En primera, etimológicamente es difícil dilucidar el significado de la palabra “Francmasonería”, pero parece ser que en los tiempos de la Masonería operativa, concretamente en los siglos XI y XII había dos tipos de trabajadores: “picapiedreros” o “masones rústicos”, quienes esculpían la piedra dura común, y los masones más diestros, para la elaboración de las elegantes fachadas de las catedrales, eran los encargados de manejar un tipo de piedra más blanda, terrosa, que se conocía como piedra libre o franca, y aquellos masones más calificados para trabajarla fueron denominados “masones de piedra franca” y ya abreviado “francmasones”. También tuvo mucha relevancia, aunque no se sabe cuál de los dos factores influyó más, el hecho de que los masones tenían que llevar una vida nómada, dado que era necesario viajar a donde solicitaran sus servicios para la construcción del edificio en cuestión. Debido a ello, a diferencia de otros gremios en la Edad Media, no estaban sujetos a los reglamentos municipales ni tampoco le tenían que rendir ningún tipo de tributo, por lo que eran conocidos precisamente como “masones libres” o freemasons. 

 

La organización de los obreros de un mismo oficio se remonta a las primeras civilizaciones. Desde tiempos antiquísimos tenían dentro de sus miembros a personas especializadas en algún oficio en particular. Al paso del tiempo, comenzaron a agruparse en gremios. Un detalle que destaca en algunas de estas civilizaciones es que los constructores parecen tener un carácter especial, como resultado de que la mayoría de ellos estaban encargados de trabajar en las obras a gran escala como palacios, puentes y plazas, y las más importantes de ellas: los templos y otros lugares de culto. Por mencionar algunos ejemplos, los sumerios construyeron el templo de En-Ki, en el que se tomaron en cuenta aspectos como la orientación con respecto a los puntos cardinales y la posición concordante con ciertas constelaciones. En Egipto, la orientación de las pirámides además de coincidir con los puntos cardinales, tiene la capacidad de medir el tiempo ya que es un reloj de sol que permite conocer la hora, día, estación, año y siglo. Además, la pirámide de Keops cuenta con una cámara en la cual durante la noche se puede apreciar perfectamente centrada en la parte superior de la cámara, la constelación de la osa mayor. Otra peculiaridad consiste en que al paso de los milenios el conjunto de estrellas se mueve, lo que hace que dicha constelación no se encuentre formada por el mismo grupo de estrellas y pese a ello, la pirámide sigue dicho movimiento y continúa señalando a la osa mayor. Los templos romanos y griegos también fueron construidos por los “collegia” los unos, y los “technitai” los otros, que produjeron obras tan portentosas como el templo de Diana en Éfeso, que se considera la obra más grande según los historiadores en cuanto a dimensiones y estética se refiere. 

 

Aquí cabe hacer una pregunta: ¿Por qué el gremio de los constructores, y no otro, fue el que comenzó a tener acceso a conocimientos herméticos? Pues tal parece que esto se debe a que los constructores era asesorados por la clase sacerdotal en las obras. No eran suficientes los conocimientos de arquitectura. Era necesario también profundizar en la astrología, la geometría, la geología, e incluso en la filosofía y la axiología, porque los templos no solo se limitaban a cumplir con el elemento funcional de lugar de culto, sino también con el elemento de lugar sacro, de conector entre lo terrenal y lo espiritual. Por ello, se hacía necesario utilizar el simbolismo para hacer perenne el mensaje místico y moral de la religión del caso. 

 

El estilo más característico de los masones surgió en la Edad Media: el gótico. Fachadas con rosetones, bóvedas de grandes dimensiones y naves en forma de cruz que se caracterizan por un interior austero. Parecen reflejar la idea también natural, sencilla, de un Dios sin dogmas y restricciones; contraria a los credos de los católicos y protestantes de la época. 

 

En 1610, surge en Alemania una nueva secta conocida como los Rosacruces. La primera vez que sus ideas salieron a la luz fue en el libro “La reforma universal y general del mundo entero (The Universal and General Reformation of the Whole Wide World), que aunque empezaba a circular desde ese año, fue publicado formalmente en 1614. En este libro se narra la historia de un Rosacruz que vagando en un bosque, encuentra la tumba de Christian Rosenkrantz. Al lado de la tumba, sobre una pequeña mesa, halló tres libros que Ronsenkrantz había escrito. En ellos descubrió que éste había nacido en 1384 y que había vivido hasta los ciento seis años, una edad en ese entonces inaudita, para morir en 1490, después de haber viajado a oriente y empaparse de su sabiduría. Además, describe su visión de un paraíso futuro en en que los hombres creerían en un Dios, o Ser Supremo, que no daba ninguna importancia a las sutilezas de las controversias religiosas de los siglos XVI y XVII, y a quien podrían adorar personas de diferentes religiones, ya que había tolerancia religiosa para todos.  

 

Son muchos los que piensan que Christian Rosenkrantz jamás existió y que toda la historia del hallazgo de la tumba, así como los tres libros en los que Rosenkrantz había expuesto su teoría eran en realidad obra de Johann Valentín Andreae, un teólogo luterano alemán. Por cierto, las doctrinas de Rosenkrantz, sus fantásticas ideas visionarias y su deísmo parecían tener algunos nexos con el luteranismo, y sus libros entrañaban un fondo contra la Iglesia Católica como la gran perseguidora religiosa. Pocos años después, alrededor de 1614 y 1614, algunos rosacruces alemanes visitaron Inglaterra, donde conocieron a algunos filósofos ingleses que simpatizaban con sus ideas. 

 

Europa se encontraba con una profunda herida que no dejaba de sangrar. Los reyes que ocupaban el trono, si eran protestantes, perseguían de manera sanguinaria a los católicos y los protestantes no conformistas. Igual situación acontecía a viceversa, si el rey era leal a la Iglesia Católica Romana, reprendía sin tolerancia a todo protestante. Se generaron guerras como la de Inglaterra, rebeliones en Francia o la de los Treinta años de Alemania. Pero esa sangre fue alimentando poco a poco una semilla en los intelectuales de la época, que imaginaron al mundo en el que fuera posible la amistad entre hombres de religiones diferentes y una fe simple en Dios, una moral sin complicaciones teológicas que detuviera esos años de muerte. Algunos de estos hombres se hicieron rosacruces, otros no se unieron a ningún movimiento u organización y hubo quienes se volvieron francmasones. Esto comenzó a acontecer entre 1550 y 1700, hasta que en 1717 se genera oficialmente a la “Masonería Especulativa” aunque este término no se utilizó hasta 1757. No se sabe con certeza cómo se produjo este cambio y no fue el único gremio que gradualmente aceptaba hombres que no tenían relación con el oficio.  

 

En Escocia, se habla mucho de la relación de la Masonería de esta nación con la familia St. Clair de Rosslyn y prueba de ello es la Capilla del mismo nombre, tan rica en simbolismos masónicos. Esta relación surgió precisamente en estos años porque dicha familia era una de las más influyentes y la práctica de invitar a los caballeros St. Clair se volvió tan común, que éstos llegaron a creer que tenían el derecho de ejercer autoridad sobre la Masonería Escocesa. Además, para los Caballeros de toda Europa era interesante adherirse a alguna Logia por la lectura de la Biblia. La Iglesia creía que su traducción al inglés y su consecuente lectura era una grave amenaza para su autoridad. Si la gente la leía, acabarían concluyendo que era la Biblia y no la Iglesia, la autoridad a quien debían obedecer. De la lectura de la Biblia algunos Masones comenzaron a develar los significados del Templo de Salomón y la participación del Maestro Hiram Abiff. También fue en este periodo en el que, al pasar al tercer grado, se juraba que como Hiram, no se revelarían los secretos de los francmasones, y en caso contrario, aceptaba que se le cortara la lengua, la garganta, se le arrancara el corazón, el hígado y otras entrañas. Estos horribles castigos tienen una gran semejanza con las penas que recibían los traidores de la época. Además, los reyes católicos o protestantes que no toleraban una ideología heterogénea, aplicaban torturas análogas. Por ejemplo, la reina Isabel I de Inglaterra de 1558 a 1603 aceptó a regañadientes el consejo de su secretario de Estado, el cual le dijo que era ilegal imponer una forma de muerte más cruel que colgar, cortar y descuartizar. Pero quedó satisfecha cuando le aseguró que un buen verdugo podía hacer que este tipo de muerte fuera muy dolorosa y prolongada. Pena que se aplicaba a los disidentes de su ideología protestante. 


Es cuanto.


Bibliografía: Ridley, J. (2004). Los masones. Ediciones B.


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